domingo, 24 de agosto de 2014

Libertad de conciencia


En las sociedades occidentales la libertad es casi indefectiblemente la oportunidad de elegir entre distintos bienes de consumo, distintas marcas que contribuyen a la identificación de los individuos con determinados estilos de vida de entre los preestablecidos como admisibles por el statu quo. Como tenemos derecho a voto, a elegir representantes, a protestar con pancartas, tendemos a pensar que disfrutamos de libertad política, así mismo tendemos a creer que existe libertad de expresión porque desapareció la figura antipática del censor que obligaba a bajar la longitud de las faldas o a achicar escotes, porque se pueden emplear términos soeces a discreción y porque no estamos obligados a argumentar con solidez las opiniones que decimos profesar.
La libertad, en todas sus acepciones, no es un debate que esté presente en nuestra sociedad, no interesa más que, ésta sí, la libertad de hacer negocios a tuti plen, sin traba alguna, este es el uso restringido del término que blanden sin pudor los neoliberales del sistema, todos ellos autodenominados adalides de la libertad. El común de los individuos, es obvio,  está más afanado en conseguir igualdades de derecho, que casi siempre redundan en rendimientos materiales, que en la libertad. Pero qué será eso de la libertad. Si nos pasamos el día eligiendo entre las distintas opciones que nos proporciona el mercado de consumo ¿es eso libertad? ¿Si podemos elegir entre Colgate o Profiden somos libres?
La libertad principal hoy es, a mi entender, la libertad de conciencia, pues sin ella no podemos hacer ejercicio pleno de las demás libertades.
A menudo en los "catecismos" progresistas de toda laya la libertad de conciencia no ocupa más que un lugar ínfimo donde se cita de soslayo la opción individual de elegir entre los distintos credos religiosos el que más guste profesar a quien quiera optar por alguno o a no profesar ninguno. Sin embargo, aquí aludo a un concepto de libertad de conciencia más amplio, aquel que se refiere a la libertad del sujeto para determinar por sí mismo qué opción le parece más verdadera, más éticamente aceptable, más ajustada a la realidad concreta de su existir en tanto que ser individual y social. 
La realidad hoy es que en nuestra sociedad actual no existe libertad de conciencia, ni siquiera para optar entre Colgate o Profiden, pues los medios de adoctrinamiento están presentes como en ninguna etapa histórica anterior en nuestras vidas. En toda época ha existido el aleccionamiento de masas por parte del poder constituido pero nunca como en el momento presente los medios utilizados han resultado de una eficacia tan refinada y perseverante. En la actualidad, desde que nos levantamos hasta que nos acostamos recibimos diariamente una cantidad abrumadora de impactos mediáticos. Publicitarios, esto es, del mercado de consumo tratando de imponernos sus productos y con ello obteniendo incalculables beneficios económicos, así como propagandísticos, del sistema de dominación  inculcándonos lo que es útil a sus intereses de perpetuación. Nuestras vidas transcurren en un continuo lavado de cerebro, desde los anuncios presentes en los medios de transporte, en las aceras, en el reinado perpetuo de las pantallas,  fijas o portátiles, de gran tamaño o de bolsillo. Mensajes acuñados por la industria de la publicidad y del ocio, ésta ultima particularmente lesiva pues si alguna resistencia consciente podemos oponer a la publicidad e incluso a la propaganda política se hace especialmente dificultoso oponer resistencia ante los productos mediáticos del ocio que nos presentan de manera amable, subrepticia, un adoctrinamiento envuelto en el celofán de la sonrisa o la carcajada, o cualquiera otra de las "emociones fuertes" disponibles, cuando más bajas se pueden hallar las defensas del espectador.  Ellos determinan qué es lo correcto en el pensar, tanto si se trata de la moda en el vestido como en el grado de moralidad o inmoralidad de algún acto en concreto y lo logran a fuer de repetir incesantemente los mismos mensajes de diferentes maneras para llegar a los distintos "target", hasta que queden fijados en el ideario colectivo como verdad incuestionable. Logran que creamos que pensamos lo que pensamos por nosotros mismos y no advirtamos que lo han pensado ellos por nosotros y nuestro "sistema operativo" cerebral lo ha asumido como "software". 
Si no somos libres en el pensar, todos los actos que se deriven de ese pensamiento construido desde fuera de nosotros no serán actos libres, de ahí la capital importancia de la libertad de conciencia para que pueda existir la libertad plena. Si se nos impone una marca política como se nos impone una marca de dentífrico el acto de votar no es un acto de libertad. Si los medios de adoctrinamiento de masas, en manos de la gran empresa, la banca y el estado, nos imponen su "verdad" a base de repetir incesantemente las mismas consignas revestidas de disfraces atractivos o repulsivos, pues tienen a bien recrear un artificioso pseudo debate en el que la discrepancia siempre transcurre por los cauces afines al sistema que los gobierna, la dificultad en buscar la verdad por nosotros mismos es colosal. 
Pondremos un ejemplo de pseudo debate habitual en los medios de masas: a un lado de la pantalla se alinean los opinadores de la opción A, a otro lado de la pantalla los de la opción B, esto es así en las cadenas que se tienen como más equilibradas en el reparto de la opinión, en las más escoradas este equilibro se rompe y la cadena opta decididamente por una de las opciones sin ambages (éstas suelen ser las menos eficaces en el adoctrinamiento pues no atraen más que a los muy convencidos de la opción que defienden o a los que detestan dicha opción, en todo caso a quienes buscan afianzar sus creencias) si observamos desapasionadamente el transcurso de dicho "debate" caeremos en la cuenta que tanto la opción A como la opción B son perfectamente asumibles por quienes financian a la empresa de comunicación, no hay ninguna opción que escape a las directrices del statu quo, aunque aparentemente haya pelea, enconamiento, discrepancia,... no hay nada de eso en realidad, nadie "antisistema", nadie con opinión verdaderamente diferente, es invitado a ninguno de esos debates, porque la empresa paga a sus tertulianos y éstos sirven a quienes les pagan, y porque la empresa es quien determina qué creencias conviene que arraiguen en los espectadores, recordemos quienes son los propietarios de estas empresas mediáticas: la gran empresa, la banca, el estado. El sistema de dominación no va a dar opción a quienes van contra sus intereses.
Logran, pues, exitosamente crear en nosotros un estado de opinión afín a ellos y nos crean la ilusión de que hemos tenido libertad de elección entre A o B. Lo hacen destruyendo a su vez nuestra capacidad de discernimiento, pues normalmente no lo hacen con argumentaciones fundamentadas, sino con sloganes, consignas, frases hechas, tópicos, todo lo que ponga en marcha la visceralidad y no la razón, de manera que todos los no A serán B o todos los que estén con A serán enemigos de B, así se crea la polaridad que abarca algunos otros aspectos de la opinión "publicada", Barsa o Madrid, conmigo o contra mí. Va más allá, si uno se adscribe a la opción A en adelante le bastará, para tener como aceptable o no una opinión cualquiera, que ésta haya sido emitida desde una voz de A, así no necesitará pensar cada vez que se presente una cuestión. Así mismo si uno de la opción B emite una opinión X en lugar de someterla a consideración personal, cómodamente optará por rechazarla de plano ya que llega del "enemigo". La razón fundamental de la existencia de los medios de masas es, además de la más visible, hacer negocio, la de sembrar estulticia en la audiencia para crear individuos dóciles y manejables.
Abolir el adoctrinamiento de masas es, hoy por hoy, una labor que se nos antoja inviable, porque ello requeriría de una transformación tal que bien podría denominarse revolución, lograrlo constituiría un acto de emancipación de los que hacen historia. No obstante, podemos oponer alguna resistencia a él con apagar la televisión, procurándonos el silencio durante unas horas al día para poder dar cabida a nuestros, estos sí, nuestros propios pensamientos. Con ello se logra un cierto grado de alejamiento que permite mirar con perspectiva, sin apasionamientos viscerales. Con la práctica diaria de procurarnos silencio podemos sanear nuestro "sistema operativo" e incluso llegar a crear nuestro propio "software", aunque pocos se atreven, dado que el silencio resulta un tanto incómodo cuando no tenemos nada que decirnos a nosotros mismos, nos hemos acostumbrado a esforzarnos poco, es verdad, la vida confortable de automatismos y estado de bienestar nos han hecho gandules. Para dejarnos vencer por el mínimo esfuerzo, basta con darle a una tecla y encender alguna pantalla, escaparemos así en el acto de nosotros mismos, pero si optamos por al menos una porción de libertad debemos hacer el esfuerzo de construir nuestro propio pensamiento, cualidad ésta que nos distingue del resto de animales.
Además de silencio, necesitamos dudar de todo aquello que se nos dice desde los mass media, someterlo a contraste cuando eso es posible, procurarnos fuentes si no del todo fidedignas al menos discrepantes, que nos hagan poner en marcha la maquinaria reflexiva, también ayuda leer textos de pensadores, con preferencia por los clásicos, alejarse convenientemente de los "filósofos" de moda, demasiado apegados a las cuestiones candentes y a menudo expertos financiados por la banca, el estado, la gran empresa o sus fundaciones. También resulta un magnífico ejercicio leer sin prejuicios textos de aquellos con quienes discrepamos, porque nos crea músculo para pensar, acostumbrarnos a no descartar ningún autor ni siquiera un texto en su globalidad, sino viendo en qué puntos podemos discrepar  y  en cuales no sintiéndonos del todo libres de no pertenecer necesariamente a ningún "bando". 
No nos vamos a engañar: cuesta esfuerzo personal hacerlo, resulta mucho más cómodo adscribirse a los credos A o B, es tan fácil, y el sistema lo sabe, por eso no deja de alimentar incesantemente la maquinaria de contenidos mediáticos: series, concursos, "informativos", "debates", películas, todos ellos debidamente impregnados de adoctrinamiento. Entre la industria de la publicidad, la del ocio, la de noticias, no hay marcada ninguna frontera estanca. Cuando desde los anuncios publicitarios se nos vende un producto X, con él nos venden también un conjunto de valores o disvalores, un estilo de vida, unas creencias y hasta una cosmovisión.  
De la misma manera, podemos encontrar en un noticiero alusiones que a menudo incitan a comprar, no hay más que advertir que, en campaña de rebajas, las imágenes de las aglomeraciones de clientes que aguardan expectantes ante la apertura de un gran almacén, suelen abrir los telediarios. No casualmente el gran almacén es un destacado cliente publicitario de la cadena. También cuando alguna multinacional de la industria cibernética lanza un nuevo producto, los informativos consideran de relevancia hacer destacada mención a ello; por señalar tan sólo dos de entre muchos ejemplos que podríamos destacar.
Desde las series de televisión a veces se nos venden productos, la lata de refresco dejada sobre una mesa como al azar pero bien visible al espectador, el cajero del banco cuyo rótulo luminoso ambienta una escena.  
Con ser de máxima relevancia, la publicidad comercial es sólo una parte del adoctrinamiento, las series de ficción son un vehículo importante para hacernos comulgar con ideas que nos son ajenas, presentándonos como "naturales" como "obvios" desenlaces que, de encontrarlos en la realidad de nuestras vidas nos requerirían un mínimo discernimiento, cuando no una duda existencial o moral, pero en la ficción se nos dan fácilmente resueltas, con lo que nos vienen a decir, "si a ti o en tu entorno sucede esto, solo tienes que resolverlo así, porque esto es lo correcto, lo válido, lo admisible, lo "in", lo que te hará sentir un triunfador".  
En este sentido es destacable el esfuerzo de las cadenas por producir series en las que los agentes del orden, policías, guardias civiles, aparecen en ellas como héroes que desfacen entuertos peligrosos y además son buenos padres de familia y hasta amigables y simpáticos. O, todo lo contrario, tipos duros que no se casan con nadie, aguerridos como ha de ser el individuo de hoy, en permanente lucha contra un otro indefectiblemente peligroso. La exacervación del individualismo, del recurso fácil a la violencia, el aliento a la sospecha permanente, la predilección por los temas más escabrosos, la recurrencia a los crímenes, etc. van dejando poso en la retina del espectador.
La competitividad encuentra su mejor aliado en los programas concurso, los concursantes deben competir entre sí por un premio y procurar la aprobación de una cohorte de expertos a menudo antipáticos, confundiendo seriedad con maneras broncas, como se supone deben ser los "sabios", cuando no abiertamente maleducados y groseros.
En los programas de "chismorreos" es cuando la degradación mediática alcanza quizá su punto álgido, "debates" donde nadie respeta el turno de palabra y reina el griterío, donde los protagonistas exponen intimidades propias o ajenas para ser juzgados y vilipendiados por otros participantes presentes en el plató. Estos espacios televisivos constituyen un derroche de mal lenguaje, vulgaridad, impudicia, grosería...elevado a la enésima potencia.
También se nos impone desde las tribunas mediáticas tanto por medio de la ficción como de formatos documentales una visión del pasado histórico que sirve a los intereses del actual sistema de dominación o una visión sesgada de los hallazgos científicos y tecnológicos, que en todo caso nos induce a pensar que cualquier tiempo pasado fue siempre peor o que estamos en el mejor de los mundos posibles, con lo que alimenta el conformismo cuando no recrea el artificio de hacernos creer individuos con el privilegio de pertenecer a un estadio superior. 

Este artículo no pretende ser exhaustivo en un tema que de por sí daría para desarrollar una larga tesis, solo persigue señalar cómo desde los medios de masas se nos construye y se nos instala un pensamiento que nos domestica, nos amaestra, nos anula, nos convierte en títeres.
De entre los medios de masas hemos destacado la televisión por constituir un medio omnisciente y de influencia mayúscula. Mención aparte y pormenorizada requeriría el análisis del sistema educativo obligatorio, tanto estatal como privado, como medio de adoctrinamiento desde la primera etapa de la infancia hasta entrada la juventud, que moldea a los individuos conforme a criterios rentables para quien lo instituye. Por tanto no pensemos que son influenciables sólo los menos letrados de entre nosotros, pues entre quienes se dicen muy cultos, leídos y aun escribidores, es fácil hallar quienes haciendo gala del sectarismo bipolar triunfante, se aferra a la versión crítica de una obra otorgándole una certeza irrebocable en la refutación de sus tesis sin tomarse la molestia de comprobar por sí mismo lo que la obra aludida en puridad expone, así una refutación vocinglera, plagada de vituperios, puede oscurecer a la obra original que alude.

Se impone, por ello, que, a rescate de nuestra propia dignidad como sujetos, hagamos un esfuerzo por procurarnos el silencio necesario para dar cabida a nuestro propio discurrir, si no lo hacemos nuestra cualidad más netamente humana quedará irremediablemente atrofiada por desuso, aunque al contemplar la programación televisiva y la notoria huella que deja en la sociedad, no hay más que ver cómo en los "debates" de barra de bar se reproduce lo asimilado desde la programación televisiva, cabría preguntarse si un "nuevo eslabón" no es ya una realidad evolutiva y anda entre nosotros el homo no sapiens. 



Bibliografía y recursos audiovisuales


- Historia de la propaganda. Notas para un estudio de la propaganda política y de guerra, Alejandro Pizarroso Quintero, Eudema Universidad, 1993
- Industrias de la conciencia, una historia social de la publicidad en España (1975-2009) Raúl Eguizábal, Península, 2009
- http://www.teledocumentales.com/el-siglo-del-yo-1-4-maquinas-de-felicidad/, Documental dirigido por Adam Curtis y producido por BBC, 4 episodios de aproximadamente 60 minutos, 2002
- http://www.ivoox.com/ldd-como-medios-comunicacion-manipulan-audios-mp3_rf_2724532_1.html, Canal: La linterna de Diógenes, Radio, Entrevista a Pascual Serrano, periodista y analista de medios, acerca de cómo los medios de información ocultan el mundo, 17/01/2014
- http://www.ivoox.com/ldd-mass-media-vs-radios-libres-audios-mp3_rf_2730507_1.html, Canal: La linterna de Diógenes, Radio, Entrevista a Ramón Reig, profesor de comunicación, acerca de quiénes son los dueños del periodismo, 19/01/2014