viernes, 24 de abril de 2015

Verdad y amor como elementos sustantivos de emancipación

En una sociedad anegada por el permanente adoctrinamiento hábilmente suministrado por  los medios de masas, las industrias del entretenimiento y la publicidad comercial, el sistema educativo y su cohorte de expertos, la búsqueda de la verdad definida como aproximación suficientemente cabal al relato de una realidad concreta se vuelve tarea ardua pero hoy más que nunca necesaria. 

Es, en primer lugar, necesidad del individuo que se estime como sujeto reflexivo y que no reniegue de la capacidad humana de la creatividad y que, entre ambas cualidades y por ellas, construya,de forma autónoma, una conciencia que lo sitúe en el mundo y entre los otros individuos.  

Es, también necesidad social, dado que el humano además de individuo es constitutivamente un ser social, sin el concurso de los otros el individuo tiene restringidas ciertas capacidades que sólo en cooperación con varios o con muchos alcanzan optimización. 

La búsqueda de la verdad, es pues, necesidad íntima del individuo y necesidad de una sociedad que aún no haya renegado del todo de su sustrato evolutivo.

Sin embargo la gran pregunta aquí es cómo partir en busca de la verdad cuando los medios adoctrinadores están en manos de una élite mandante y el común de la sociedad, casi en su totalidad convertida en una mera adicción de individuos-masa construidos precisamente desde las tribunas del poder, es receptora pasiva. 

Buscar la verdad requiere esfuerzo, en primer lugar esfuerzo individual, que comienza con la resistencia a creer sin cuestionar todo lo que desde el sistema adoctrinador parte. Requiere también de la capacidad de abstraerse a la aprobación o desaprobación de quienes en las inmediaciones no perciban el adoctrinamiento como tal o lo asuman resignadamente.  

Pero hemos dicho que el individuo tiene capacidades y potencialidades cuyo deber de conciencia es desplegarlas para sí y para revertirlas a la sociedad de la que forma parte. Además de individuos decididamente activos en la búsqueda de la verdad, éstos necesitan de la asociación con otros para en común activar sinergias de mayor alcance. 

Bien, ya sea solos o en compañía de otros, empezar a buscar la verdad es un acto de liberación y de emancipación, un acto subversivo en el más estricto sentido del término, porque la verdad subvierte la mentira y aspira a aniquilarla.

Si buscar la verdad implica el cuestionamiento de los medios adoctrinadores en su totalidad, incluida la cohorte de expertos funcionarios de los ministerios o de la gran empresa, se hace imprescindible que los individuos y colectivos conscientes y decididos en pos de la verdad asuman la responsabilidad no ya de la información, entendida ésta como noticia del mundo que se renueva con inmediatez, sino del conocimiento en las áreas más decisivas. Qué visión de la Historia es impuesta desde el poder constituido, qué sistema de salud y a qué intereses obedece, qué sistema de disvalores inculca mediante el sistema de educación obligatoria, etc.

Parece, así expuesto, tarea ingente o inabarcable, sin embargo empezar a hacerla es ir resquebrajando ese monolito sacralizado con artificios que se nos sirve como plato cotidiano indiscutido. Buscar la verdad supone renunciar a la comunión diaria con el pensamiento establecido desde el poder y que por ser establecido por éste sirve a sus propios intereses.

Y hablando de intereses, esa búsqueda de la verdad, para que sea tal y no una propaganda de nuevo signo, no debe estar guiada por ningún interés de orden personal o de grupo, más que el de la búsqueda de la verdad por sí misma, como valor deseable y aspiración permanente y como elemento sustantivo para el ejercicio de la libertad frente al sojuzgamiento ejercido por el poder.

En un mundo guiado por intereses cómo es posible hacer un esfuerzo de tal magnitud sin que a cambio sea obtenida alguna ganancia tangible, dineraria, o de dominación. Bien, solo será posible de la mano de otra subversión, el amor entendido como don, como entrega desinteresada. Si la verdad subvierte la mentira y aspira a aniquilarla, el amor subvierte el interés, la codicia y la voluntad de poder, solo con las armas opuestas al sistema de dominación podremos declararnos en rebeldía y enfrentarlo.

Definamos ese amor, que nunca será un amor por la subordinación ya sea por la que se padece o por la que se pueda ejercer sobre otros. Ese amor no es otro que un amor entre iguales, si desde las tribunas de poder se nos alienta al odio entre los individuos que formamos el común de la sociedad, porque en ese enfrentamiento permanente el poder (poder político y poder económico, Estado y Capital) obtiene todos sus réditos, romper esa inercia es tarea primordial. Así, pues, es necesario, restaurar las relaciones convivenciales hoy rotas. Una tarea no menos ingente que la búsqueda de la verdad, pues están hasta tal punto aniquiladas que llevará mucho esfuerzo y perseverancia remontar hacia una cultura del apoyo mutuo, la solidaridad entre iguales, la confraternización y la cooperación frente a la competitividad y el enfrentamiento. 


Para sentir como deber la emancipación es necesario ver las cadenas, quienes las vean deben señalarlas para que otros las vean también, he ahí la búsqueda de la verdad. 

Para derrotar la soledad de la atomización social, esta sí, sentida por muchos, hay que apartar el odio que es inoculado desde el sistema, mirar que donde hoy pones el puñal  has de poner la rosa o el pan mañana y reservar el puñal para el enemigo que es otro y no el que a tu lado va.
 
No podemos enfrentar el odio con màs odio ni la codicia con mayor codicia sin una escalada como en la que nos hallamos inmersos. Por eso en la reivindicación ante el poder de prevendas materiales nos hacemos reos del poder, nos dejamos sobornar por esto o aquello material e inmediato, cuando mantenemos lo material en el nivel que le corresponde, la supervivencia, cuando no aspiramos a consumir y nuestras vidas son frugales y livianas, estamos más preparados para enfrentar al poder, esto en tiempos no tan lejanos que no lo haya conocido gente de la generación presente, era tenida por cuestión elemental, hoy hay que recordarlo sin embargo.  Sobre todo cuando nos dejamos tentar por los cantos de sirena de las fuerzas políticas emergentes que promenten el retorno a una abundancia que además de no ser posible, no es deseable, dado que las promesas de mayor consumo traen consigo el incremento de producción con el consecuente deterioro ambiental.

No es tarea de este artículo, que se propone breve, profundizar en todas y cada una de las subversiones necesarias para cambiar sustancialmente la sociedad de la mentira y del odio, será tarea de muchos el ir haciéndolo, cuando nos enfrentamos no ya como sociedad sino como civilización a una crisis multidimensional como la presente, que bien pudiera desencadenar una aniquilación de la especie en su conjunto o de los valores de civilización netamente humanos, las tareas reflexivas no pueden no deben ser delegadas, todos y cada uno tenemos un deber para con nosotros mismos y para con nuestros iguales, ese deber es el deber de emancipación.

 

jueves, 2 de abril de 2015

Conspiranoia como género

Las teorías de la conspiración, que aspiran a explicar lo que a ojo de buen cubero no es explicable o lo es de forma parcial o tendenciosa, existieron siempre,  sin embargo es en la era de Internet cuando experimentan un auge sin precedentes. 

Y esto sucede porque a los "cuberos" (y para el caso no entramos en calificar si con buen ojo o no), es decir, los receptores de la masiva información que  llega a través de las autopistas de los nuevos medios, esto es todos y cada uno de los que vivimos expuestos a la hiper información (o hiper adoctrinamiento) no tenemos modo de contrarrestar que el exceso de árboles no nos impida ver el bosque. En medio de un alud de titulares, nos preguntamos si en alguno residirá algo de verdad por parcial que sea, por fragmentada que esté,  y ante esa pregunta nuestro ojo sigue la bolita hábilmente escondida por el trilero de turno.

Sabemos que la información es poder, que la fidedigna está en manos del poder, es decir de unos pocos, y que esos pocos la esconden detrás de mentiras colosales o de medias verdades suministradas con habilidad y estrategia.

Sabemos que la desinformación es un arma, lo es principalmente de guerra, y lo sabemos por la historia reciente de la propaganda.  La desinformación no siempre es falta de información o información tendenciosa también viene dada en la hiper información que por ilimitada resulta difícil o casi imposible gestionar o contrastar de forma efectiva porque pese a la sobreabundancia de hechos noticiosos no existen o no son de fácil alcance fuentes que ayuden a contrastar la veracidad de los mismos.

Es en este galimatías de la "sociedad de la información" donde las teorías de la conspiración adquieren un papel relevante. Para muchos su atractivo reside en que aportan explicaciones no oficiales, alternativas, imaginativas, que cuestionan el orden establecido. Para otros sin embargo resultan molestas, disparatadas, delirantes. 

¿Con cual de estas dos calificaciones nos quedamos? la respuesta que se nos viene casi como acto reflejo es ¿Por qué hay que quedarse una y descartar la otra? 

Entre quienes alimentan la conspiranoia como género hay de todo (sí, como en la viña del señor), están los que, atendiendo sus propias necesidades de verdad, la buscan por caminos no transitados, o no transitados por la oficialidad de turno, y lo hacen con voluntad de verdad, se diría que con mayor grado de voluntad que de medios para alcanzarla. A falta de fuentes del todo fidedignas, se ven abocados a recurrir a otras capacidades que no son las netamente racionales, esto es la intuición, el "olfato", la observación de hechos pasados de los que sí existan informaciones corroborables y atreviéndose a interpretarlos sin las anteojeras oficiales; la imaginación, la fantasía, el humor, la ensoñación, etc.

También los hay menos escrupulosos o menos concienzudos, más chapuceros, o los que, negándose a seguir ciegamente las versiones oficiales, caen sin embargo en el seguidismo sin cuestionamiento de los clásicos del género, entrando en una espiral de tópicos que poco interesante aporta.

Además, como en todo lo que se cuece en esta sociedad mercantilizada hasta la nausea, también hay quienes con el género encuentran un filón para vender ficciones de variado formato constatando que la desorientación en la que vive el individuo hiper adoctrinado contemporáneo constituye una clientela inagotable.

Ni bendecimos ni maldecimos la conspiranoia como género, está ahí y nos podemos servir de ella o rechazarla, pero igualmente podemos decir de la información oficial. Quienes más adhesión muestran a la información oficial, quienes menos la cuestionan, suelen ser aquellos que rechazan de plano cualquier información alternativa tachándola de conspiranoica (cuando la conspiración deja de ser sustantivo y se vuelve adjetivo es con ánimo descalificativo, peyorativo) quienes así actúan suelen responder a un perfil de individuo perezoso, acomodaticio, inmaduro, es decir, incapaz de asumir cuestionamientos incómodos, que no quieren que les perturben la eterna siesta, o los que aprendieron y aún no han desaprendido la inculcada fe ciega y obediencia sin fisuras como método de sobrevivir en el día a día.

Pero dicho esto parecería que todos los adeptos al género, tanto si son adeptos activos (los que alimentan el género con propuestas) como si lo son como espectadores o seguidores son sujetos muy capacitados y clarividentes, carentes de prejuicios y con una aguda perspicacia, y no, también es posible que sean narcisistas e inmaduros o que tengan un exceso de lecturas en formato comic o películas de serie b, y el género, lejos de aportar una explicación esclarecedora de una realidad que se nos presenta inextricable, no sea más que una nueva válvula de escape ante la ansiedad que genera no alcanzar explicaciones plausibles de los hechos que acontecen sin que podamos intervenir de forma fehaciente en ellos.

Por último, no podemos obviar que la información alternativa, la conspiranoia como género, no sea también usada deliberadamente por quienes quieren contribuir a la ceremonia de la confusión. Según los estudiosos de la propaganda, existe una propaganda (denominada propaganda negra), utilizada en tiempo de guerra, que consiste en suplantar la identidad del bando enemigo, generando noticias falsas como si éstas fueran generadas de forma genuina por el bando cuya identidad ha sido suplantada y así poder dirimir el devenir de los acontecimientos derivados de esas informaciones falsas emitidas como fidedignas. 

Así que, por todo lo expuesto, no estamos ante una sencilla tesis cuya respuesta sea la consabida respuesta maniquea. En cualquier caso, tanto si la información es oficial como si es alternativa no podemos confiar del todo en quien la genera, para ello es fundamental no mostrarse acomodaticio, despertar de la siesta y bien con un desperezo o con un gesto decididamente más procaz, someter a criterio lo que leemos, vemos u oímos.





22 M un año después




A punto está de cumplirse el aniversario de la "histórica" marcha de la "dignidad" que juntó en las calles de Madrid a un millón, o dos, según fuentes, de gente procedentes de diversos puntos geográficos del resto del estado. Aquella marcha se vendió, por parte de quienes la organizaron, como la "madre" de todas las "manis", la "refinitiva" la que haría torcer el curso de la historia contemporánea, porque "la situación había llegado a un límite insostenible". 

En las pancartas se pedía pan, trabajo, techo y dignidad, las tres primeras demandas, por ser materiales, pueden o no, según pareceres y opiniones, ser pedidas, mendigadas, suplicadas, solicitadas, demandadas,  etc ¿pero la dignidad? ¿cómo puede pedirse la dignidad a alguien que no sea a uno mismo? y no solo eso sino ¿cómo puede pedirse a unos gobernantes indignos que desconocen concienzudamente  el significado de la palabra dignidad, que te la otorguen? 

La manifestación fue un éxito rotundo de público, un lleno hasta la bandera (muchas, por cierto ondearon en ese día) me contaron quienes allí estuvieron cómo una anciana al paso de la llamada "columna sur" desplegó en su balcón una verdiblanca y fue ese un momento de intensa emoción para los andaluces que desfilaban tras las pancartas demandantes de "dignidad". 

Finalizó con unas escaramuzas entre ciertos manifestantes y la policía, escena que amenizó los telediarios de la jornada. 

Un año después hacemos balance, pocos lo hacemos, de las posibles "victorias" de las reivindicaciones de aquel señalado día, y encontramos que en lo referente al pan, las colas para pedirlo en centros de caridad se han triplicado, en lo que respecta al techo, los desahucios aumentaron, el trabajo continúa siendo desempleo y precariedad, eso por no mencionar la "dignidad" asunto de todo punto de vista de más complejo abordaje.

Pero aquella manifestación estaba llamada a hacer una raya en el agua, y en cuanto a juntar multitudes pocas la han superado, sin embargo un año después resulta arduo para sus convocantes destacar siquiera la más pírrica victoria, no obstante, inasequibles al desaliento, siguen jaleando las mismas consignas por los megáfonos y siguen encontrando miles de fieles seguidores que este próximo sábado volverán a repetir mani histórica de las que marcan un antes y un después, una más, "una más y las que hagan falta" dice un afanado demandante de dignidad, hasta que, suponemos, el 22 de marzo sea declarado día institucional de algo, o incluso festivo, quien sabe, todo será insistir con la suficiente perseverancia.

Alguien ha dicho que en la sociedad del espectáculo, la reivindicación forma parte del ocio. Si preguntamos a los asistentes a la citada manifestación todos coinciden en una respuesta "fue muy emocionante". No lo dudamos, la emoción está presente cuando se corean las mismas consignas -si no que se lo pregunten a los hinchas de cualquier equipo de fútbol-, cuando se forma parte de un escenario donde es llevada a cabo una representación, aunque el papel en la obra no sea de protagonista  estelar de megáfono y cabecera, sino de figurante a lo superproducción cinematográfica de antaño, unos miles que abarrotan un plano, que discurren por toda una secuencia. 

Y no, las emociones no nos suscitan desdén, forman parte de lo humano, lo que sí nos da un poco de repelús es la "pura" emoción, o mejor dicho, la emoción exenta de reflexión, que es la forma de sentir del humano "occidental-desarrollado" de hoy, que está presente en los espectáculos de masas, macroconciertos, eventos deportivos, industria del entretenimiento en todas sus ramificaciones, virtuales o presenciales, y que mueve a las multitudes de la modernidad en un trasiego adoctrinador que anula las capacidades reflexivas individuales y que suscita inquietud en quienes en ello reparamos.

La filósofa Hanna Arendt, al ser preguntada por los orígenes del totalitarismo en la Europa de entreguerras que de tan cerca vivió (siendo judía tuvo que huir de la alemania nazi) respondía que entre otras causas, la adhesión de las masas a los totalitarismos (sin hacer distinción entre si éstos son de un signo o de otro) se debe a la nulificación reflexiva del individuo que se hace un todo con el grupo renunciando a la reflexión interior desde su propio yo. 

Habrá quien piense que estamos exagerando, total por unas manifestaciones cuyas causas al fin y al cabo pueden calificarse de justas, quién quiere que la gente pase hambre, no tenga casa, no pueda sufragar los gastos básicos de supervivencia, ningún desalmado apostaría por ello, es justo rebelarse ante la injusticia, ¿pero es rebelarse trasegar con pancartas, banderas y megáfonos, que una vez replegadas, guardadas y conservadas hasta la siguiente convocatoria, duermen el sueño de la doctrina y la consigna? Despertar de una vez sí que sería un gran triunfo.

domingo, 29 de marzo de 2015

Libertad de prensa o tertulias

Los grandes medios de "comunciación", cuya principal misión, además de la rentabilidad de los ingresos obtenidos a través de la contratación de publicidad comercial, consiste en modelar el pensamiento de los individuos que componen la sociedad en la que nos hayamos insertos, crean, mediante el adoctrinamiento permanente, una ficción que con gran éxito es tenida por la "verdad" universalmente aceptada.
¿Pero es aceptable esa supuesta "verdad" aceptada, acatada a fuer de creer sin someter a criterio propio lo que machaconamente repiten desde los programas que inundan las parrillas de todas las televisiones en las horas de mayor audiencia,  luego rebotados por las vías de internet?
Si los grandes medios son propiedad de la Banca y las grandes empresas y de las "administracciones", esto es del Estado y sus distintas derivaciones, Comunidades Autónomas, Ayuntamientos, etc. significa que están en manos del poder constituido y que su discurso obedece a los intereses del sistema, que éste va dirigido a esa inmensa mayoría de los sin poder, de los sometidos, para que no perciban el sometimiento como tal, a "dorarles la píldora", y ello lo logran con sutiles y no tan sutiles maneras.
Son variadas las fórmulas que emplean, en este artículo y por no extendernos nos centraremos en una, las tertulias televisivas, género que en los últimos años ha alcanzado notable éxito de público y por tanto constituyen una muy útil herramienta adoctrinadora.
Los ponentes en las tertulias televisivas son unos contratados por la cadena para que opinen y con su opinión impregnen la opinión del espectador conforme convenga a quienes les pagan. Siempre hay dos claros "bandos" en ellas, los que defienden la opción A atacarán la B y viceversa, lo harán sin entrar en detalles, sin exponer razonamiento alguno, con trazo lo más grueso posible, para que resulte cómodamente asimilable por el pasivo espectador que contempla y aun si éste lo hace con aire desganado. Apelan por tanto no a la razón sino a las vísceras, así, por más pachorra que tenga el televidente, antes o después conseguirán que se alinee en una otra opción pues aunque ninguna les convenza al menos una de las dos le repugnará lo suficiente como para tomar partido.
El papel del moderador es fundamental, pues si ejerce de árbitro supuestamente imparcial, esto es, si disimula bien sus simpatías por A o B, será tenido por un "buen profesional", mientras que si no lo disimula, sino que alienta más una opción u otra, será tenido por "no buen profesional" por los espectadores más desapegados.   
Pero casi no hay espectadores "desapegados" el triunfo de la manipulación mediática es tal que el espectador ya ha asimilado como buena alguna de las dos opciones, o tiene por mala o muy mala a alguna, de entre las que el medio les proporciona para que "elija" "libremente" en cual se posiciona. Esta "libertad" de opción que proporciona el medio (recuérdese quienes son su propietarios) es "consensuadamente" denominada "libertad de prensa". Así que si alguno de los protagonistas mediáticos es removido en su puesto, lo echan porque ya no les sirve o es destinado a otro lugar, el espectador bien adoctrinado considerará que está siendo atacada la "libertad de prensa", como no está acostumbrado a pensar por sí mismo no habrá reparado en que tanto la opción A como la B es asumida por la cadena, y que tanto el protagonista A como el B es contratado por ella, no reparará en que tanto la opción X como la "disidente", ambas, están en manos del poder mediático, es decir del poder constituido y que por tanto ambas les rendirán pleitesía. Y es que es fácil ganar cuando se apuesta por aquellos números que entran en el bombo.
La disidencia, la real, no la prefabricada por el sistema, no tendrá nunca cabida en los medios del sistema, nadie se tira piedras contra su propio tejado, y menos que nadie aquellos que han demostrado gran astucia por permanecer al mando. Y de eso se trata, de que los que están al mando se perpetúen en él, para ello necesitan llenar las mentes de las multitudes con lo que sirve a sus intereses y las multitudes suelen colaborar obedientemente. No en vano la obediencia es inculcada desde edades tempranas por el sistema educativo obligatorio, que, oh, casualidad, está en manos de los mismos que poseen los medios audiovisuales.
Sin embargo entre la multitud obediente, hay dos (qué insistencia en la binariedad) dos perfiles, aquellos que se limitan al asentimiento, los que consienten sin más, y aquellos que enarbolan causas y pelean por ellas, estos últimos son los que necesitan más jarabe doctrinario, los que requieren de pastores entre la grey que los reconduzcan al redil, que peleen, sí, pero poco, y siempre dentro de los cauces, no vaya a ser que el día menos pensado se rebelen de verdad y pongan en un aprieto a los reyes del mambo, por eso es necesario ciertas válvulas de escape, derechos de pataleo, e incluso que ese pataleo tenga alguna visibilidad mediática y los pataleantes no se desalienten, darles algunas migajas con las que se les haga pensar que obtienen pequeñas victorias, pírricas y bien instrumentalizadas, pero que se rentabilicen bajo el lema "libertad de opinión". 
También es útil azuzar espantajos contra los que hacer diana llegado el caso, políticos antipáticos, talibanes de la palabra, recalcitrantes toca pelotas, chonis venidas a más, (a mass media), vacuos vociferantes, etc.
Tomar conciencia del gran tinglado, de que esa "realidad" no es tal sino una manufactura de los grandes medios, donde la verdad -siquiera una verdad finita, suficiente- brilla por su total ausencia, es descorazonador como lo es el estallido súbito de un globo para un niño, sin embargo es el pistoletazo de salida hacia un vivir diferente, supone dejar atrás la infantilización y los reyes magos, dejar de calentar el banquillo y ponerse en pie. Como ya alguien dijo "ponerse en pie es propio del que lucha", bien sabiendo que luchar no significa lloriquear por migajas como un colegial consentido, sino mirar la realidad si no con los ojos desnudos al menos no mediatizados por quienes tras el cristal aguardan blandiendo un puñal.
















domingo, 24 de agosto de 2014

Libertad de conciencia


En las sociedades occidentales la libertad es casi indefectiblemente la oportunidad de elegir entre distintos bienes de consumo, distintas marcas que contribuyen a la identificación de los individuos con determinados estilos de vida de entre los preestablecidos como admisibles por el statu quo. Como tenemos derecho a voto, a elegir representantes, a protestar con pancartas, tendemos a pensar que disfrutamos de libertad política, así mismo tendemos a creer que existe libertad de expresión porque desapareció la figura antipática del censor que obligaba a bajar la longitud de las faldas o a achicar escotes, porque se pueden emplear términos soeces a discreción y porque no estamos obligados a argumentar con solidez las opiniones que decimos profesar.
La libertad, en todas sus acepciones, no es un debate que esté presente en nuestra sociedad, no interesa más que, ésta sí, la libertad de hacer negocios a tuti plen, sin traba alguna, este es el uso restringido del término que blanden sin pudor los neoliberales del sistema, todos ellos autodenominados adalides de la libertad. El común de los individuos, es obvio,  está más afanado en conseguir igualdades de derecho, que casi siempre redundan en rendimientos materiales, que en la libertad. Pero qué será eso de la libertad. Si nos pasamos el día eligiendo entre las distintas opciones que nos proporciona el mercado de consumo ¿es eso libertad? ¿Si podemos elegir entre Colgate o Profiden somos libres?
La libertad principal hoy es, a mi entender, la libertad de conciencia, pues sin ella no podemos hacer ejercicio pleno de las demás libertades.
A menudo en los "catecismos" progresistas de toda laya la libertad de conciencia no ocupa más que un lugar ínfimo donde se cita de soslayo la opción individual de elegir entre los distintos credos religiosos el que más guste profesar a quien quiera optar por alguno o a no profesar ninguno. Sin embargo, aquí aludo a un concepto de libertad de conciencia más amplio, aquel que se refiere a la libertad del sujeto para determinar por sí mismo qué opción le parece más verdadera, más éticamente aceptable, más ajustada a la realidad concreta de su existir en tanto que ser individual y social. 
La realidad hoy es que en nuestra sociedad actual no existe libertad de conciencia, ni siquiera para optar entre Colgate o Profiden, pues los medios de adoctrinamiento están presentes como en ninguna etapa histórica anterior en nuestras vidas. En toda época ha existido el aleccionamiento de masas por parte del poder constituido pero nunca como en el momento presente los medios utilizados han resultado de una eficacia tan refinada y perseverante. En la actualidad, desde que nos levantamos hasta que nos acostamos recibimos diariamente una cantidad abrumadora de impactos mediáticos. Publicitarios, esto es, del mercado de consumo tratando de imponernos sus productos y con ello obteniendo incalculables beneficios económicos, así como propagandísticos, del sistema de dominación  inculcándonos lo que es útil a sus intereses de perpetuación. Nuestras vidas transcurren en un continuo lavado de cerebro, desde los anuncios presentes en los medios de transporte, en las aceras, en el reinado perpetuo de las pantallas,  fijas o portátiles, de gran tamaño o de bolsillo. Mensajes acuñados por la industria de la publicidad y del ocio, ésta ultima particularmente lesiva pues si alguna resistencia consciente podemos oponer a la publicidad e incluso a la propaganda política se hace especialmente dificultoso oponer resistencia ante los productos mediáticos del ocio que nos presentan de manera amable, subrepticia, un adoctrinamiento envuelto en el celofán de la sonrisa o la carcajada, o cualquiera otra de las "emociones fuertes" disponibles, cuando más bajas se pueden hallar las defensas del espectador.  Ellos determinan qué es lo correcto en el pensar, tanto si se trata de la moda en el vestido como en el grado de moralidad o inmoralidad de algún acto en concreto y lo logran a fuer de repetir incesantemente los mismos mensajes de diferentes maneras para llegar a los distintos "target", hasta que queden fijados en el ideario colectivo como verdad incuestionable. Logran que creamos que pensamos lo que pensamos por nosotros mismos y no advirtamos que lo han pensado ellos por nosotros y nuestro "sistema operativo" cerebral lo ha asumido como "software". 
Si no somos libres en el pensar, todos los actos que se deriven de ese pensamiento construido desde fuera de nosotros no serán actos libres, de ahí la capital importancia de la libertad de conciencia para que pueda existir la libertad plena. Si se nos impone una marca política como se nos impone una marca de dentífrico el acto de votar no es un acto de libertad. Si los medios de adoctrinamiento de masas, en manos de la gran empresa, la banca y el estado, nos imponen su "verdad" a base de repetir incesantemente las mismas consignas revestidas de disfraces atractivos o repulsivos, pues tienen a bien recrear un artificioso pseudo debate en el que la discrepancia siempre transcurre por los cauces afines al sistema que los gobierna, la dificultad en buscar la verdad por nosotros mismos es colosal. 
Pondremos un ejemplo de pseudo debate habitual en los medios de masas: a un lado de la pantalla se alinean los opinadores de la opción A, a otro lado de la pantalla los de la opción B, esto es así en las cadenas que se tienen como más equilibradas en el reparto de la opinión, en las más escoradas este equilibro se rompe y la cadena opta decididamente por una de las opciones sin ambages (éstas suelen ser las menos eficaces en el adoctrinamiento pues no atraen más que a los muy convencidos de la opción que defienden o a los que detestan dicha opción, en todo caso a quienes buscan afianzar sus creencias) si observamos desapasionadamente el transcurso de dicho "debate" caeremos en la cuenta que tanto la opción A como la opción B son perfectamente asumibles por quienes financian a la empresa de comunicación, no hay ninguna opción que escape a las directrices del statu quo, aunque aparentemente haya pelea, enconamiento, discrepancia,... no hay nada de eso en realidad, nadie "antisistema", nadie con opinión verdaderamente diferente, es invitado a ninguno de esos debates, porque la empresa paga a sus tertulianos y éstos sirven a quienes les pagan, y porque la empresa es quien determina qué creencias conviene que arraiguen en los espectadores, recordemos quienes son los propietarios de estas empresas mediáticas: la gran empresa, la banca, el estado. El sistema de dominación no va a dar opción a quienes van contra sus intereses.
Logran, pues, exitosamente crear en nosotros un estado de opinión afín a ellos y nos crean la ilusión de que hemos tenido libertad de elección entre A o B. Lo hacen destruyendo a su vez nuestra capacidad de discernimiento, pues normalmente no lo hacen con argumentaciones fundamentadas, sino con sloganes, consignas, frases hechas, tópicos, todo lo que ponga en marcha la visceralidad y no la razón, de manera que todos los no A serán B o todos los que estén con A serán enemigos de B, así se crea la polaridad que abarca algunos otros aspectos de la opinión "publicada", Barsa o Madrid, conmigo o contra mí. Va más allá, si uno se adscribe a la opción A en adelante le bastará, para tener como aceptable o no una opinión cualquiera, que ésta haya sido emitida desde una voz de A, así no necesitará pensar cada vez que se presente una cuestión. Así mismo si uno de la opción B emite una opinión X en lugar de someterla a consideración personal, cómodamente optará por rechazarla de plano ya que llega del "enemigo". La razón fundamental de la existencia de los medios de masas es, además de la más visible, hacer negocio, la de sembrar estulticia en la audiencia para crear individuos dóciles y manejables.
Abolir el adoctrinamiento de masas es, hoy por hoy, una labor que se nos antoja inviable, porque ello requeriría de una transformación tal que bien podría denominarse revolución, lograrlo constituiría un acto de emancipación de los que hacen historia. No obstante, podemos oponer alguna resistencia a él con apagar la televisión, procurándonos el silencio durante unas horas al día para poder dar cabida a nuestros, estos sí, nuestros propios pensamientos. Con ello se logra un cierto grado de alejamiento que permite mirar con perspectiva, sin apasionamientos viscerales. Con la práctica diaria de procurarnos silencio podemos sanear nuestro "sistema operativo" e incluso llegar a crear nuestro propio "software", aunque pocos se atreven, dado que el silencio resulta un tanto incómodo cuando no tenemos nada que decirnos a nosotros mismos, nos hemos acostumbrado a esforzarnos poco, es verdad, la vida confortable de automatismos y estado de bienestar nos han hecho gandules. Para dejarnos vencer por el mínimo esfuerzo, basta con darle a una tecla y encender alguna pantalla, escaparemos así en el acto de nosotros mismos, pero si optamos por al menos una porción de libertad debemos hacer el esfuerzo de construir nuestro propio pensamiento, cualidad ésta que nos distingue del resto de animales.
Además de silencio, necesitamos dudar de todo aquello que se nos dice desde los mass media, someterlo a contraste cuando eso es posible, procurarnos fuentes si no del todo fidedignas al menos discrepantes, que nos hagan poner en marcha la maquinaria reflexiva, también ayuda leer textos de pensadores, con preferencia por los clásicos, alejarse convenientemente de los "filósofos" de moda, demasiado apegados a las cuestiones candentes y a menudo expertos financiados por la banca, el estado, la gran empresa o sus fundaciones. También resulta un magnífico ejercicio leer sin prejuicios textos de aquellos con quienes discrepamos, porque nos crea músculo para pensar, acostumbrarnos a no descartar ningún autor ni siquiera un texto en su globalidad, sino viendo en qué puntos podemos discrepar  y  en cuales no sintiéndonos del todo libres de no pertenecer necesariamente a ningún "bando". 
No nos vamos a engañar: cuesta esfuerzo personal hacerlo, resulta mucho más cómodo adscribirse a los credos A o B, es tan fácil, y el sistema lo sabe, por eso no deja de alimentar incesantemente la maquinaria de contenidos mediáticos: series, concursos, "informativos", "debates", películas, todos ellos debidamente impregnados de adoctrinamiento. Entre la industria de la publicidad, la del ocio, la de noticias, no hay marcada ninguna frontera estanca. Cuando desde los anuncios publicitarios se nos vende un producto X, con él nos venden también un conjunto de valores o disvalores, un estilo de vida, unas creencias y hasta una cosmovisión.  
De la misma manera, podemos encontrar en un noticiero alusiones que a menudo incitan a comprar, no hay más que advertir que, en campaña de rebajas, las imágenes de las aglomeraciones de clientes que aguardan expectantes ante la apertura de un gran almacén, suelen abrir los telediarios. No casualmente el gran almacén es un destacado cliente publicitario de la cadena. También cuando alguna multinacional de la industria cibernética lanza un nuevo producto, los informativos consideran de relevancia hacer destacada mención a ello; por señalar tan sólo dos de entre muchos ejemplos que podríamos destacar.
Desde las series de televisión a veces se nos venden productos, la lata de refresco dejada sobre una mesa como al azar pero bien visible al espectador, el cajero del banco cuyo rótulo luminoso ambienta una escena.  
Con ser de máxima relevancia, la publicidad comercial es sólo una parte del adoctrinamiento, las series de ficción son un vehículo importante para hacernos comulgar con ideas que nos son ajenas, presentándonos como "naturales" como "obvios" desenlaces que, de encontrarlos en la realidad de nuestras vidas nos requerirían un mínimo discernimiento, cuando no una duda existencial o moral, pero en la ficción se nos dan fácilmente resueltas, con lo que nos vienen a decir, "si a ti o en tu entorno sucede esto, solo tienes que resolverlo así, porque esto es lo correcto, lo válido, lo admisible, lo "in", lo que te hará sentir un triunfador".  
En este sentido es destacable el esfuerzo de las cadenas por producir series en las que los agentes del orden, policías, guardias civiles, aparecen en ellas como héroes que desfacen entuertos peligrosos y además son buenos padres de familia y hasta amigables y simpáticos. O, todo lo contrario, tipos duros que no se casan con nadie, aguerridos como ha de ser el individuo de hoy, en permanente lucha contra un otro indefectiblemente peligroso. La exacervación del individualismo, del recurso fácil a la violencia, el aliento a la sospecha permanente, la predilección por los temas más escabrosos, la recurrencia a los crímenes, etc. van dejando poso en la retina del espectador.
La competitividad encuentra su mejor aliado en los programas concurso, los concursantes deben competir entre sí por un premio y procurar la aprobación de una cohorte de expertos a menudo antipáticos, confundiendo seriedad con maneras broncas, como se supone deben ser los "sabios", cuando no abiertamente maleducados y groseros.
En los programas de "chismorreos" es cuando la degradación mediática alcanza quizá su punto álgido, "debates" donde nadie respeta el turno de palabra y reina el griterío, donde los protagonistas exponen intimidades propias o ajenas para ser juzgados y vilipendiados por otros participantes presentes en el plató. Estos espacios televisivos constituyen un derroche de mal lenguaje, vulgaridad, impudicia, grosería...elevado a la enésima potencia.
También se nos impone desde las tribunas mediáticas tanto por medio de la ficción como de formatos documentales una visión del pasado histórico que sirve a los intereses del actual sistema de dominación o una visión sesgada de los hallazgos científicos y tecnológicos, que en todo caso nos induce a pensar que cualquier tiempo pasado fue siempre peor o que estamos en el mejor de los mundos posibles, con lo que alimenta el conformismo cuando no recrea el artificio de hacernos creer individuos con el privilegio de pertenecer a un estadio superior. 

Este artículo no pretende ser exhaustivo en un tema que de por sí daría para desarrollar una larga tesis, solo persigue señalar cómo desde los medios de masas se nos construye y se nos instala un pensamiento que nos domestica, nos amaestra, nos anula, nos convierte en títeres.
De entre los medios de masas hemos destacado la televisión por constituir un medio omnisciente y de influencia mayúscula. Mención aparte y pormenorizada requeriría el análisis del sistema educativo obligatorio, tanto estatal como privado, como medio de adoctrinamiento desde la primera etapa de la infancia hasta entrada la juventud, que moldea a los individuos conforme a criterios rentables para quien lo instituye. Por tanto no pensemos que son influenciables sólo los menos letrados de entre nosotros, pues entre quienes se dicen muy cultos, leídos y aun escribidores, es fácil hallar quienes haciendo gala del sectarismo bipolar triunfante, se aferra a la versión crítica de una obra otorgándole una certeza irrebocable en la refutación de sus tesis sin tomarse la molestia de comprobar por sí mismo lo que la obra aludida en puridad expone, así una refutación vocinglera, plagada de vituperios, puede oscurecer a la obra original que alude.

Se impone, por ello, que, a rescate de nuestra propia dignidad como sujetos, hagamos un esfuerzo por procurarnos el silencio necesario para dar cabida a nuestro propio discurrir, si no lo hacemos nuestra cualidad más netamente humana quedará irremediablemente atrofiada por desuso, aunque al contemplar la programación televisiva y la notoria huella que deja en la sociedad, no hay más que ver cómo en los "debates" de barra de bar se reproduce lo asimilado desde la programación televisiva, cabría preguntarse si un "nuevo eslabón" no es ya una realidad evolutiva y anda entre nosotros el homo no sapiens. 



Bibliografía y recursos audiovisuales


- Historia de la propaganda. Notas para un estudio de la propaganda política y de guerra, Alejandro Pizarroso Quintero, Eudema Universidad, 1993
- Industrias de la conciencia, una historia social de la publicidad en España (1975-2009) Raúl Eguizábal, Península, 2009
- http://www.teledocumentales.com/el-siglo-del-yo-1-4-maquinas-de-felicidad/, Documental dirigido por Adam Curtis y producido por BBC, 4 episodios de aproximadamente 60 minutos, 2002
- http://www.ivoox.com/ldd-como-medios-comunicacion-manipulan-audios-mp3_rf_2724532_1.html, Canal: La linterna de Diógenes, Radio, Entrevista a Pascual Serrano, periodista y analista de medios, acerca de cómo los medios de información ocultan el mundo, 17/01/2014
- http://www.ivoox.com/ldd-mass-media-vs-radios-libres-audios-mp3_rf_2730507_1.html, Canal: La linterna de Diógenes, Radio, Entrevista a Ramón Reig, profesor de comunicación, acerca de quiénes son los dueños del periodismo, 19/01/2014





  



 


domingo, 1 de junio de 2014

Podemos o la cabalgata de la ilusión



Leo con atención el programa (de 36 páginas) de Podemos, lo encuentro muy socialdemócrata para estar sustentado por un partido, Izquierda Anticapitalista, de orientación troskista, pero recoge con minuciosidad todas las reivindicaciones de las Mareas y movimientos derivados del 15M. De hecho, los “círculos” no son más que un revival de las asambleas de indignados, ya en gran parte extintas al menos en la ciudad de Sevilla. Aunque con la distinción de que entonces las asambleas no querían líderes ni banderas y hoy aplauden calurosamente a líderes carismáticos, cuya cabeza visible ha tenido durante meses una inusitada acogida en medios de comunicación de masas y en programas de máxima audiencia, lo que no me parece casual. 

El programa socialdemócrata de Podemos no es más que una “carta a los reyes magos” de niños que demandan al papá Estado que les salve de las garras maléficas del Capitalismo, el discurso anticapitalista de la izquierda es ese: el Capitalismo es malo y el Estado es bueno, el Estado nos va a salvar del Capitalismo. Creo que la crisis iniciada en 2008 nos ha venido a demostrar que el Estado no sólo no nos salva del Capitalismo sino que salva al Capitalismo, a costa de exprimir aún más a las clases populares. Recuerdo bien a Sarkozy, entonces presidente de la república francesa, abogando por refundar el Capitalismo, desde aquellas infaustas fechas todos los Estados occidentales (en cualquiera de sus formas, sea en el ámbito municipal, autonómico, nacional, o supranacional, pues no me estoy refiriendo al Estado-nación)  no han hecho otra cosa que refundar, reforzar, apuntalar el Capitalismo, hundiendo en la miseria  cada vez a mayor número de sus súbditos, pues hasta de la condición de ciudadano con derechos no han dudado en despojarnos para servir a los intereses de las élites, sí, capitalistas y también, subrayemos, estatales, pues Capital y Estado forman un tándem de simbiosis perfecta, yo te doy y tú me das, y ambos conformamos esa minoría hegemónica que todo lo administra, que todo lo maneja, que todo lo controla.

¿Pero es factible el programa de Podemos? Los programas socialdemócratas tuvieron su momento de apogeo en la Europa de la posguerra hasta que a finales de la década del 70 fueron sustituidos por programas neoliberales. Lo que alguna vez fue factible, podría volver  a serlo, pero las condiciones en las últimas décadas han variado. En primer lugar hay que tener en cuenta que la socialdemocracia era el sistema perfecto con que el Capitalismo se maquillaba -con la inestimable ayuda de los Estados-  de manera suficiente como para contrarrestar la amenaza comunista del otro bloque hegemónico que hoy por hoy no existe. Europa entonces  era aún una potencia económica de primer rango, lo que ya ha dejado de ser, oscurecida por las llamadas potencias emergentes, y no puede competir con éstas en eso que llaman competitividad, es decir en las condiciones penosas de explotación de la mano de obra.


Seamos ingenuos por un momento y pensemos que los que hoy ostentan la riqueza y el poder absolutos: el capital financiero, las empresas multinacionales, los Estados que legislan positivamente para que éstos sigan recogiendo beneficios sin fin y con ello continuar nutriéndose, están dispuestos a compartir parte de esos beneficios con las clases populares ya sea en forma de Estado de Bienestar, o en forma de incentivos al consumo, sólo en ese caso sería factible un programa socialdemócrata, si el sistema vigente necesita recurrir a ello para subsistir, sin duda lo hará y volveremos a la Europa de los estados sociales, pero si no necesita recurrir a ello para subsistir seguiremos padeciendo los recortes neoliberales. Lo que votemos o no las mayorías es secundario, aunque preferirán que votemos a favor de los intereses del sistema vigente y medios tienen a su alcance para lograrlo.

El papel de las izquierdas en este país todavía llamado España viene siendo el de reconducir el descontento popular hacia rediles donde éste sea manejable, si echamos un vistazo hacia atrás vemos como en la Transición el PCE traicionó a la resistencia antifranquista, por no hablar de quienes han gobernado durante mayor número de años, el PSOE, que de manos de su carismático líder Felipe González no tuvo remilgo en desechar el marxismo si esto le aseguraba el poder, y sabemos que se lo aseguró a todos los niveles. Aquel líder carismático que entonces vestía traje de pana, hoy es un plutócrata de puro habano al que solo falta la chistera para completar la imagen clásica de potentado de viñeta. Qué será de aquí a unos años de los líderes carismáticos de coleta de hoy en día. No porfiemos a los oráculos. Centrémonos en el presente. El líder de coleta, profesor universitario, se dio a conocer mucho antes de la campaña electoral, en medios de comunicación alternativos, primero, y después, y durante muchos meses consecutivos, a través de medios de gran audiencia que ¡ay, coincidencia! pertenecen a grandes corporaciones no sólo mediáticas sino financieras y de la gran empresa multinacional ¿Casualidad? Creo poco en ese tipo de casualidades, ser invitado como contertulio de los programas destinados a crear el estado de opinión de los millones de televidentes diarios requiere cumplir con unos requisitos que pasan por ser apologistas del sistema, cuando no, para crear sensación de debate, ser antisistema de salón, que es lo que viene siendo el señor Iglesias, eso sí con un engolado tono universitario que le hace aparecer como el repelente niño vicente de la izquierda, inenarrable el momento estelar en el que en mitad de una de esas tertulias desafió a su oponente, el inefable Marhuenda, a contrastar con él su expediente académico, lleno de matriculas de honor, como corresponde a las generaciones más preparadas de la historia de este país, faltaría más. 

Pero los medios de comunicación de masas, y cuando los mencionemos no debemos olvidar nunca quienes son sus dueños y a quienes sirven, no se han limitado a dar a conocer con antelación al líder de esa nueva iniciativa llamada Podemos, sino que una vez cosechados, gracias a ellos, un magnífico resultado en las elecciones europeas, continúan haciéndoles la campaña para la próxima cita electoral. Hace seis meses que no enciendo el televisor pero ayer lo encendí a la hora de máxima audiencia, cinco días después en varias cadenas estaban hablando al alimón de la citada iniciativa electoral, en las más escoradas a la derecha, intentando denigrar, bien, cuanto más llaman antisistema al líder, más consolidarán el voto de la izquierda en torno a él. En las más centradas ideológicamente, esto es la cadena estatal 24Horas, arguyendo contra él argumentos melifluos e inconsistentes, como de perdonavidas.

En los “círculos”, como antes en las asambleas del 15M, hay mucha buena gente, bien intencionada, que quieren luchar por un cambio cierto, pero no sé si esta buena gente será conducida hacia rediles manejables por el poder a través de iniciativas ilusionantes como Podemos, no sé si Podemos nos conducirá a todos en una cabalgata de la ilusión hacia un sistema renovado, tal vez con reformas constitucionales, tal vez con repúblicas sobrevenidas o con izquierdas de nuevo cuño, frentes populares mediante, que una vez en el poder se olviden de las promesas y digan diego donde dijeron digo, como tantas veces ha ocurrido, si así resultara ser el sistema una vez más hubiera utilizado a las izquierdas para regenerarse y éstas hubieran utilizado al sistema en beneficio de unos pocos, de una nueva élite. Si el nuevo “frente popular” que se atisba en el horizonte electoral, resultara ser ciertamente combativo con las elites mandantes, posibilidad ésta altamente improbable, cuánto tiempo tardaría la oligarquía en sacar los tanques a la calle como en el 36, pues una vez no resulten útiles las izquierdas serán desechadas como pañuelos de papel y la seudo-democracia de hoy sería mañana una dictadura sin mayores miramientos. 

El 15M supuso, al menos para una parte de quienes participamos en él, una posibilidad de pensar en un cambio futuro, cierto, verdaderamente antisistémico, esto es, ante todo, un cambio profundo en el sistema de valores, imprescindible para acabar con la dominación del Capitalismo, pues diariamente nos vestimos de Capitalismo cuando a lo que aspiramos es a consumir más. Cuando nos desentendemos de la gestión de nuestra salud, de nuestra educación, de nuestras viviendas y las dejamos en manos de gestores del Estado, esos que no miran más que por la perduración del sistema, nos comportamos como niños que demandan al padre protección y que nunca se harán cargo de sí mismos, tal vez nadie quiera crecer, todos queramos permanecer en un reino de Jauja muertos de risa con tal de que nos den el “soma” que nos haga obligadamente feliz como en el país que imaginó Huxley. Ya sé que las consecuencias de la llamada crisis o estafa, se está cobrando muchas víctimas, pero por más que demandemos justicia al sistema éste es por definición injusto, parcial, arbitrario, sirve a una oligarquía, hoy es una mañana puede ser otra, a menos que vayamos sembrando un mundo distinto que tal vez aún ni seamos capaces de imaginar. Personalmente, prefiero intentar imaginar un mundo distinto y dedicar esfuerzos a ello que perder energías en demandar justicia a un sistema que es injusto por definición.